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martes, 26 de octubre de 2010

LA COMPETITIVIDAD


Transcribo aquí el texto que me ha enviado un alumno, una reflexión personal sobre la competitividad. Si alguien más se anima, no tiene más que decírmelo.

Muchas veces nos preguntamos por qué estamos tan lejos de países como Alemania o Japón laboralmente hablando, fuera de valores, culturas o tradiciones. Este asunto ha sido ampliamente analizado llegando siempre a la misma conclusión: en estos países existe otro modelo laboral, que tiene que ver con la educación, la cultura o los valores, estos asuntos que vienen a adherirse en un único bloque que podíamos denominar “rasgos socioculturales”. Este modelo explica en gran medida el éxito que tienen estos mercados, y desgraciadamente dista bastante del nuestro.

Si nos ponemos a analizarlo detenidamente, llegaremos a dos términos que no debemos dejar pasar, porque a mi juicio, de ellos depende la estabilidad y confianza característicos de los mercados de estos países. Competitividad y calidad. Son dos términos que van unidos, y que se explican el uno al otro. Calidad implica competitividad, y competitividad implica calidad.

Una vez expuesta la idea, ¿Qué es lo que entendemos por competitividad? Competitividad, por una parte, es “la capacidad de una organización para obtener y mantener sistemáticamente unas ventajas comparativas que le permiten alcanzar, sostener y mejorar una determinada posición en el entorno socioeconómico en que actúa” y por otra parte es “el grado de implicación, dedicación, calidad y determinación que alguien ofrece de algo." Ese algo puede ser un producto, una relación, una carrera universitaria o cualquier cosa a la que alguien dedique esfuerzo.

Y como he explicado antes, en un entorno competitivo, la calidad aparece sola. Y una vez presentes ambos factores, el beneficio se hace visible. Y ese es el objetivo en todo ámbito empresarial.

En los países antes citados, la población y los trabajadores están concienciados con la “causa”. Tienen en la mente en todo momento que deben hacer las cosas lo mejor que sean capaces. Que o se hacen las cosas bien, o no se hacen “the best or nothing” y esa es la mentalidad del éxito. La que quizás nos falte a nosotros, aunque tampoco haya que generalizar. También tenemos grandes profesionales muy competitivos. Pero esa es una pequeña minoría.

Si competitividad implica éxito, uno de sus opuestos, mediocridad, implicara fracaso, y esta es una de las claves de nuestra situación actual. Mediocridad. No hacer las cosas como se deben hacer. Ni física ni mentalmente.

No hay mejor motivación que hacer algo que te gusta, en la cual te comportas competitivamente de forma natural, y ese puede ser uno de los factores a tener en cuenta. De ahí el dicho: “para ser grande debes amar lo que haces.”


En dos culturas aparentemente tan distintas como la occidental y la oriental la definición de competitividad es la misma, la oriental desde un punto colectivista que a simple vista podía tener un clima más propicio para el desarrollo de las habilidades empresariales; si bien en Europa está establecido el modelo cultural del individualismo, los valores de ambas culturas son equivalentes en cuanto a competitividad se refiere:

Individualismo: “Placer, éxito competición individual, libertad, autonomía”

Colectivismo: “Seguridad, obediencia, deber, armonía intergrupal, competición exagrupal”

Competitividad, esa es la clave, y desgraciadamente no es una cosa que se implante a corto ni a medio plazo.

Para salir de la crisis, desafortunadamente, no valdrá con hacer una serie de certeras medidas económicas. Hay que rehacer el edificio desde los cimientos. Y hay que concienciarse de que hay que hacer las cosas bien. En todos los ámbitos de nuestra vida.

Rodrigo G. Alegre

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